Quién es quién en una reunión de equipo

La única función que un líder no puede delegar es la de tomar decisiones. Para todas las demás, está bien repartir. Un líder orquesta, en ocasiones, puede lograr una eficacia inmediata, pero a largo plazo refuerza una cultura interna centralizada. Esto provoca una pasividad en el equipo que perjudica al equipo en conjunto.

Para evitarlo, Alain Cardon (de quien ya hablamos en este blog) propone el modelo de ‘funciones delegadas’ de carácter rotatorio. Cardon enuncia seis roles, pero yo me quedo con los tres que considero imprescindibles.

Los tres roles imprescindibles en una reunión

  • Moderador o facilitador. Le corresponde garantizar el orden, asignar los tiempos de palabra y centrar la reunión en los asuntos relevantes. Es la batuta que dirige la sesión.
  • Reloj parlante. Se responsabiliza de avisar al equipo del tiempo consumido durante la reunión e informar de cuánto tiempo se le dedicará a un asunto concreto.
  • Impulsor de decisiones. Su función es presionar para tomar decisiones. Una vez que el reloj ha marcado el límite para tratar un asunto, esta persona puede decir: “¿Qué tal si tomamos una decisión?”. O, en caso de que nos estemos yendo por las ramas… “Estamos cambiando de tema y no hemos acordado nada…”. Además, tiene la tarea de elaborar el acta de la reunión para garantizar que salimos de la reunión con información precisa de los acuerdos y las tareas por delante.

No sin mi acta

Un acta debe ser útil, sencilla y fácil de consultar. Nada de narraciones casi literarias que, total, luego casi nadie lee. Idealmente debe lograr que sepamos quién se encarga de qué en qué plazo de tiempo en tan solo un golpe de vista. Esto evitará que cuando nos pregunten la hora contemos la historia del reloj de cuco.

Por eso, una buena acta debe contener los siguientes datos:

  • Qué: un asunto específico medible con un indicador de medida. Así sabremos si estamos más cerca o más lejos de alcanzar el objetivo.
  • Quién: evidentemente, algunas tareas implicarán a una o varias personas que colaboren entre sí. Aún así, siempre debe haber una persona que centralice la coordinación y el reporte en las reuniones. Así, evitaremos que la responsabilidad se diluya.
  • Cuándo: espacio dedicado a especificar o bien cuándo debe terminarse una tarea o la fecha para darle seguimiento. En cualquier caso, deben ser plazos coherentes con los de ejecución. Por otro lado, unos plazos excesivamente dilatados tienden a generar poca motivación entre el equipo.
  • Indicadores de medida: por más que cueste identificarlos, todas las tareas son susceptibles de medirse. Si no, no estarán bien especificadas. Gracias a ellos sabremos si estamos avanzando o retrocediendo en el camino que nos hemos marcado. No en vano, la ausencia de medición es un motor de desmotivación tanto a nivel personal como grupal. Sin indicadores, no se sentirán dueños de su destino. Los profesionales que pueden medir tanto su progreso como su contribución al equipo desarrollan más sentido de responsabilidad y satisfacción.

Llegados a este punto, ¿crees que tus reuniones son eficaces? ¿Empleas indicadores adecuados? ¿Haces un acta útil? ¿Delegas en tu equipo?

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Las cuatro fases para organizar una buena reunión

¿Por qué resulta tan complicado arañar tiempo para una reunión? Se me ocurren dos opciones: 

  • Porque se sale de ellas con más carga de trabajo que asuntos resueltos. 
  • Porque se perciben como una pérdida de tiempo.

Puede que te veas reflejado en una o en ambas. Pero, en cualquier caso, te aseguro que puedes evitarlas si sigues unas pautas para diseñarlas. En el anterior post enumeré los seis tipos de reunión más útiles para un equipo de trabajo. Si ya tienes claro cuándo usar cada una, hoy vamos a ver los rasgos comunes de aquellas que necesitan cierta preparación.

Los must de una reunión

– Fase 1: consensuar cómo serán las reuniones. La primera reunión de un equipo de trabajo debería servir para acordar una serie de cosas:

  • Si hay que tomar decisiones, cuál será la mayoría.
  • Duración y periodicidad.
  • Indicadores de progreso.
  • Herramientas de seguimiento tales como actas.

– Fase 2: definir los objetivos de la reunión. Antes de convocar a nadie es imperativo saber para qué se hace esa reunión y qué saldrá de ella. Aunque cada quien tiene varios asuntos clave para compartir, lo ideal es que se cada persona seleccione el más relevante. Por orden, deberían ir antes aquellos que afectan a todo el equipo y a la cola los que afecten exclusivamente a un departamento o a ciertas personas. Si no lo hacemos así, es posible que la reunión sea interminable.

– Fase 3: elaborar el orden del día. Quien lidere el equipo será quien determine qué temas de los que se han propuesto pasan a formar parte del orden del día. En este sentido más de 5 puntos podrían ser difíciles de gestionar. El orden del día también debe determinar el orden de aparición, en función de su relevancia, y el tiempo de dedicación a cada uno.

– Fase 4: la convocatoria. Los rudimentos de la reunión y el orden del día ya están listos, así que el siguiente paso será comunicarla. La persona que lidere la convocatoria remitirá la información básica (día, hora, duración prevista y orden del día) al resto de personas convocadas con una semana de anticipación. Así el resto del equipo puede planificar su agenda, mover compromisos, evitar solapamientos y prepararse para llegar con el trabajo hecho.

A priori puede parecerte que organizar las reuniones siguiendo estas pautas implica un esfuerzo extra. Sin embargo, puedo asegurarte que a la larga se traducirá en reuniones mucho más eficaces.

En el siguiente post desgranaré los roles principales que deberían desempeñarse en una reunión y las claves para elaborar un acta útil.

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Tus reuniones también pueden ser infalibles

Para que el trabajo en equipo alcance buenos resultados hay algo irrenunciable: la comunicación. Una comunicación bien engrasada y con suficientes vasos comunicantes potencia habilidades blandas como la cohesión, la cooperación, el compromiso y facilita la resolución de conflictos.

Estas soft skills no las tenemos de serie, sino que con práctica las podemos llegar a dominar. Las reuniones son el campo de entrenamiento perfecto. El prestigioso coach Alain Cardon comparó una reunión con el núcleo de una célula. Las decisiones que se toman en una reunión condicionan al resto de la empresa. En resumen, las reuniones de trabajo son: necesarias y útiles.

El objetivo de una reunión es tomar decisiones

Una reunión sirve para tomar decisiones de forma consensuada. Sin embargo, tienen mala reputación. “El día a día nos come”, “No hacen falta, cuando tenemos algo que decirnos lo hacemos”, “Ahora reuniones, ¡lo que nos faltaba!” … ¿Te suenan? La mala fama se gana, y es que se cometen muchos errores en las reuniones que derivan en inoperancia. Por ejemplo, alargarlas, aplazar la toma de decisiones, introducir temas irrelevantes, acaparar la palabra…

Por eso, en esta serie de artículos vamos a identificar los tipos de reunión que existen, cómo prepararlas y cómo ejecutarlas para que salgan bien. Al lío.

Seis tipos de reunión (y ni una más)

Antes de enumerar y detallar los tipos de reunión, aclaremos qué no lo es: juntar a una serie de personas, sin orden del día y de forma periódica “según las necesidades”.

Todas las reuniones tienen que seguir una estructura y, aunque parezca algo incómodo de poner en práctica, funciona. Como he explicado antes, con práctica se convierte en una forma natural de engrasar la comunicación dentro de la empresa y dar voz a todas las personas.

– La reunión de la mañana: de pie, en círculo y durante el tiempo que dure el café o té matinal (no más de diez minutos). Cada persona informa al resto de las actividades que tiene por delante ese día. Así todo el equipo sabe el nivel de ocupación del equipo, cómo cada quien contribuye a objetivos comunes.

– La reunión semanal de programación: 90 minutos, con un orden del día, para que cada persona cuente qué ha hecho durante la semana, cómo lleva sus objetivos y qué agenda tiene la próxima semana. Se reservará un espacio reducido para el debate al final de la sesión y debe celebrarse siempre el mismo día y a la misma hora.

– La reunión mensual de seguimiento: la estrella de las reuniones. No debería superar los 120 minutos y, como la anterior, debe tener un orden del día programado y anunciado con anticipación a todas las personas que vayan a participar. El tiempo asignado a cada asunto debe corresponderse con su importancia y urgencia. Si supera las dos horas, sería bueno programar una parada para comer o descansar y reanudarla.

– La reunión urgente: para ciertos perfiles autoritarios o caóticos, parece ser la única opción. Pero nada que ver. Lo que distingue esta reunión es que existe un motivo realmente urgente, es inaplazable y exige tomar decisiones importantes.

– La reunión estratégica trimestral: esta reunión podría durar un día completo, así que con más motivo hay que anunciarla con tiempo. Esta tipología tiene peculiaridades:

    • Se puede celebrar en un lugar fuera de la oficina. Los entornos ajenos nos ayudan a tomar perspectiva sobre el trabajo diario. 
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    • Se puede integrar una charla o taller. Pueden servir para mejorar las competencias de equipo o compartir los detalles de un proyecto relevante que todo el equipo deba conocer. 
    • Debe centrarse en asuntos estratégicos. Servirá para profundizar en la misión, visión y objetivos a medio y largo plazo de la compañía.

– El evento anual: representa un gran momento para medir el potencial como empresa y acude toda la organización. Suele coincidir con la primera semana de diciembre, porque con el ejercicio anual cerrado es más fácil evaluar lo hecho y proyectar el futuro. Este evento es una ocasión idónea para fomentar el sentido de pertenencia y fortalecer la retención del talento. Es una reunión orientada de forma positiva donde se pueden estrechar relaciones entre compañeros y compañeras o conversar con mandos superiores. Si esto lo hacemos en un entorno rompedor, algo atrevido que capture la atención y embelese a quienes lleguen, mejor todavía. 

En el próximo artículo detallaremos cómo preparar convenientemente una reunión y qué dificultades se pueden presentar.

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